miércoles, 28 de marzo de 2012

Megaminería: “nuestros territorios están con la bandera de remate”




Así se refirió el periodista Javier Rodríguez Pardo a los emprendimientos para extraer minerales en nuestro país por parte de las empresas multinacionales. Pardo brindó una charla ayer en el aula Magna de la UNCo. Aseguró que solo el 20 % de la población consume el 80 % de lo minerales que se extraen agrediendo los ecosistemas, la población y las economías regionales.

El periodista, autor del libro “Vienen por el oro, vienen por todo” Javier Rodríguez Pardo, brindó una charla en la Universidad bajo el título “Origen, destino y consecuencias de la minería contaminante en la Argentina”.

Luego de la presentación de un video con imágenes impactantes de los daños de la minería en San Juan, Pardo aseguró que hay más de 60 multinacionales recorriendo la cordillera, en un territorio que ya no es ni de Chile ni de Argentina, si de las empresas que se instalan y hacen de esos lugares lo que quieren.

Dijo que los minerales sirven principalmente para la construcción de armas, y los países de occidente no quieren que los pueblos de América Latina puedan recurrir a ellos. Indicó que la megaminería es altamente nociva porque los metales se encuentran diseminados y hay que realizar voladuras en los cerros para extraerlos, junto con la utilización de miles de litros de agua y la contaminación a través de químicos.

Pardo señaló que solo el 20 % de la población consume el 80% de los minerales que se extraen con la explotación a cielo abierto. “Estamos en medio de una lucha sin cuartel que nos tiene que tener a todos informados y movilizados” aseguró.

También se refirió a la extracción del renio, un metal que sirve para la construcción de turbinas de aviones que las empresas se llevan sin declarar y es uno de los más caros a nivel mundial.

Sobre las estrategias de las empresas para crear consenso social, como por ejemplo la creación de puestos de trabajo, Pardo indicó que “son muchas las economías regionales que fracasan con la instalación de los proyectos megamineros, y los puestos de trabajo que esos emprendimientos crean son subvencionados por el gobierno nacional a través de acuerdos que comenzaron en la década del 90”. La única posible solución es “socializar la lucha y hacer un efecto multiplicador para proteger el ambiente y la soberanía nacional sobre los recursos.”

¿Es posible una minería no contaminante?

Pardo aseguró que la única minería rentable es la que estas empresas aplican. A cielo abierto, con voladuras de montañas y la utilización de miles de litros de agua y químicos contaminantes. “La discusión debe pasar por lo minerales que realmente necesita un país”, opinó.

A modo de ejemplo, se refirió a la explotación de litio en la región. Pardo informó que Chile y Argentina concentran el 40 % del mineral que se utiliza en el mundo. Bolivia por otro lado concentra otro 40%. Chile lo ha declarado patrimonio nacional, a pesar de las presiones empresariales. Evo Morales les comunicó a los grandes capitales “si quieren el litio se llevan las baterías hechas desde Bolivia. Yo quisiera que se lleven los autos hechos desde acá”. En el caso de Argentina, Pardo señaló que “acá decimos: pasen, entren, saquen y lleven”.


http://www.8300.com.ar/2012/03/27/megamineria-nuestros-territorios-estan-con-la-bandera-de-remate/

martes, 13 de marzo de 2012

ATUCHA I y II PRESENTES EN EL OBELISCO PORTEÑO Y EN LA LOCALIDAD DE ZARATE



Hace un año en Fukushima temblaba Japón y se sacudía el planeta: otra vez la radiación nuclear se desplazaba desde el Pacífico y esta vez sin Enola Gay que arrojara bomba alguna. Tres reactores habían comenzado a fundirse, sus núcleos letales dejaban escapar radionucleidos cancerígenos como antes ocurriera con numerosas plantas atómicas dedicadas a la generación de energía eléctrica. Three Mile Island, de Pensilvania, la Chernobil de Ucrania, eran nombre que volvían a rodar en los medios de prensa mientras una tras otras se sucedían las explosiones de hidrógeno en las plantas colapsadas por un terremoto y Tsunami posterior, en el complejo japonés de Fukushima Daiichi, en tanto la televisión globalizada transmitía en directo el cruel espanto de la impotencia humana. 

Un año después, otro 11 de marzo, fue un domingo distinto en el Obelisco, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires, como también lo fue en la localidad de Zárate, ciudad dormitorio de gran parte de los trabajadores de las plantas nucleoeléctricas Atucha I y Atucha II (esta última en construcción). Imágenes y altavoces comunicados por Internet propalaban al unísono en ambos sitios una pregunta aún con respuesta pendiente, pero que invitaba a la reflexión a cuanto transeúnte circulaba en el tórrido verano porteño: Si Japón perdió con Fukushima 13.000 kilómetros cuadrados ¿cuál sería el resultado de un incidente semejante en Buenos Aires, a cien kilómetros de las centrales nucleares de Atucha? Fukushima evacuó a  150.000 habitantes próximos a los reactores, el resto también recibió dosis radiactivas que la bibliografía reconoce como cancerígenas. Se registraron 573 muertes relacionadas con la hecatombe nuclear. Costaría 650.000 millones de dólares la limpieza del lugar pero el territorio se perderá por décadas, a tal punto que aún se considera evacuar Tokio, a 250 kilómetros de los reactores  fusionados. Fukushima sigue emitiendo radiación. ¿Quo vadis Japón?
Sobre un costado de la calle Corrientes, la bandera de la UAC (Unión de Asambleas Ciudadanas) insistía contra la contaminación y el saqueo; bordeando el ícono de Buenos Aires, otras banderas y carteles se expresaban por la vida exigiendo al mismo tiempo el cierre de las centrales nucleares, debatir la matriz energética y el retiro inmediato de los residuos enterrados a metros del aeropuerto de Ezeiza y a sólo 26 kilómetros del Congreso Nacional,  envenenando a los habitantes de las numerosas  localidades suburbanas conforme a un peritaje ordenado oportunamente por la justicia: la totalidad del acuífero Puelche se encuentra en serio riesgo de contaminación.

En el centro de Buenos Aires, humeantes tambores,  rememoraban las explosiones de los reactores japoneses flanqueados por activistas que a modo de los “liquidadores” de Chernobyl” deambulan con trajes sofisticados incompetentes para  detener la radiación: el reactor cuatro ucraniano se cobró 700.000 soldados soviéticos que debían exponerse solamente tres minutos cada uno intentado neutralizarlo, además enterrar los desechos. Cinco millones de personas vivieron en áreas contaminadas y cuatrocientas mil en áreas gravemente contaminadas. En todos los casos se fueron registrando casos de cáncer, ignorándose las cifras finales de mortalidad poblacional en la Ucrania soviética. Nada sirvió. Al día de hoy el macabro esqueleto atómico continúa hundiéndose envuelto en una carcasa de concreto incapaz de contenerlo.

Ahora, otra nube radiactiva circula por el globo cubriendo un circuito caprichoso a merced de los vientos: Fukushima, como Chernobyl, alcanzó el grado 7, el máximo en la escala Inés,  pero muchos otros fueron significativamente tan graves como estos: Mayak (1957, Rusia) fue de magnitud 6 según la escala INES; el mismo año ocurrió en Gran Bretaña el de Windscale, de magnitud 5; el de Three Mile Island (EEUU 1979) fue también nivel 5; el accidente radiológico de Goiania (Brasil) fue 5 y el de Tokaimura, en Japon (1999) fue considerado de magnitud 4.

Todas las centrales nucleares registran escapes radiactivos al exterior y en opinión de John Gofman, eminente científico físico nuclear y médico, integrante del proyecto atómico Manhattan, descubridor del uranio 232 y 233, célebre y prestigioso investigador de la energía nuclear y de sus efectos, considera que la concesión de licencias para plantas nucleares es un “asesinato aleatorio premeditado” porque se sabe lo que se está haciendo; advirtió reiteradamente que “la evidencia sobre la radiación que produce el cáncer está fuera de duda…he trabajado 15 años –dijo Gofman- a partir de l982 y también lo han hecho muchos otros y sabemos que la radiación produce cáncer hasta en las dosis más bajas”. Gofman demostró que “Las dosis admisibles son inadmisibles”.

Explicado de este modo  y con esta convicción, la UAC realizó la marcha a Zárate el año pasado, oportunidad en la que se entregaron 5.000 volantes a los trabajadores de Atucha II con  el claro objetivo de apoyarlos en una eventual reconversión laboral, como ocurre en Europa y en aquellos países que decidieron abandonar la experiencia nucleoeléctrica; pero además la UAC supo advertirles de una actividad altamente peligrosa. Fue relevante porque la concentración del 11 de marzo pasado, en la localidad de Zárate, se congregaron  400 personas que expusieron sus razones para oponerse al plan nuclear argentino.

Los numerosos colectivos que se agrupan en redes oponiéndose  a esta energía contemplan para el mes de abril una concentración convocada por la Unión de Asambleas Ciudadanas frente al Congreso Nacional. Los pueblos exigen ser escuchados y rechazan la inmoralidad política de que les apliquen una matriz energética obsoleta y nociva, alargándole la vida útil a dos plantas, Atucha I y Embalse Rio 3°, que debieran ser decomisadas.  La energía nucleoeléctrica produce altísimos volúmenes de residuos radiactivos que no cuentan con gestión definitiva en el mundo. Es cara a tal punto que cuesta más la gestión de esos residuos que la energía misma que produce. La UAC propone en consecuencia un debate sobre el tema en cuestión,  al mismo tiempo que sostiene  la imperiosa necesidad de que todos participemos de él.

UAC (UNION DE ASAMBLEAS CIUDADANAS). Zárate - Buenos Aires, 12 de marzo de 2012.

FOTOS:
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viernes, 9 de marzo de 2012

HACE UN AÑO EN FUKUSHIMA, DESPUES EL SILENCIO





¿QUO VADIS JAPÓN?


FUKUSHIMA SUPERA LOS NIVELES
RADIACTIVOS DE CHERNOBYL

El gobierno de Japón elevó de cinco a siete el nivel de gravedad en las instalaciones nucleares dañadas y destruidas en Fukushima, utilizando el arbitrario dictamen INES (Escala Internacional de Incidentes Nucleares) para medir la gravedad radiológica. Las contradicciones y omisiones oficiales sobre el desastre nuclear japonés nos permitieron indagar el real impacto de los reactores que se hallan en vías de fusión o literalmente colapsados; en notas anteriores anunciábamos que las emisiones radiactivas de Fukushima superaban holgadamente a las de Chernobyl. ¿Nos adelantamos a la decisión oficial que ahora se hizo pública? El síndrome de la evacuación, del gran éxodo, pende sobre un pueblo que ha comenzado a perder su territorio y aparece la pregunta ¿a dónde?

¿Quo vadis Japón?

Cómo fue posible semejante desgracia si los señores del saber nuclear habían ponderado la calidad de las centrales atómicas de Japón, capaces de resistir terremotos de magnitud nueve en la escala de Richter, al mismo tiempo que culpaban a los profesionales locales de no haber sabido predecir un tsunami tan devastador, como si la culpa fuera de olas de quince metros cuando se esperaban algunas de un tamaño muy inferior. En esta correlación, no explicaban que las piscinas refrigerantes de desechos nucleares (combustible nuclear gastado que debe enfriarse por 25 ó más años), se habían agrietado debido al movimiento sísmico y no por el maremoto posterior, y que los tambores conteniendo los desechos radiactivos de alta actividad, ubicados en instalaciones contiguas, nunca fueron mencionados ni se aludía a su peligrosidad, ni donde se hallaban o en que estado habían quedado después de la violenta ola que los sacudió y revolvió brutalmente como si fueran hojas de papel; residuos que permanecerán activos por cientos de miles de años -hay que recordarlo- y que aún el hombre no ha procedido a aislarlos de manera definitiva. (Esperamos conocer el destino de esos recipientes deletéreos o el estado en que se hallan después del cataclismo). Mientras tanto las imágenes develaban la verdad disimulada en innumerables contradicciones entre técnicos, especialistas y gobiernos de distintas latitudes que sentenciaban la gravedad de Fukushima.

La seguridad de las centrales japonesas -en plena tragedia- era única en su género, fue diseñada para soportar terremotos inimaginables, advertían sesudos peritos, en el mismo instante en que, en el teatro de los sucesos, comenzaba la trama heroica de un grupo de técnicos que se inmolaba para salvar a sus congéneres, intentando enfriar, cubrir y acorazar a un reactor fusionado, tarea que resultó insuficiente. La proximidad del mar habilitaba el uso del agua, destructora de los metales del reactor, en último recurso para reducir la temperatura del núcleo averiado, a pesar de que aún se lo anunciaba como medianamente en estado de fusión, urdiendo de ese modo una de las mayores mentiras de la historia nuclear.

Menos mal que pasó en Japón, repetían insistentes las cadenas internacionales de noticias, ignorando acaso que esa misma isla había padecido decenas de fugas radiactivas de gran intensidad, sin fenómenos de terremotos o tsunamis a la vista, pero con la presencia -en un pasado reciente- de miles de manifestantes exigiendo el cierre de las centrales. Japón, al igual que los barones nucleares de occidente, acudió a la indecencia discursiva para afirmar que “aquí no pasa nada que no esté controlado”.

Fukushima permite elaborar una lista interminable de falsedades, engaños digitados por funcionarios, técnicos y expertos que minimizaban la tragedia convirtiendo al holocausto nuclear japonés en un genocidio justificado por una inconcebible adversidad. Fue la adversidad, proclamaron.
La misma hipocresía cientificista, capaz de afirmar que sólo treinta y cinco fueron los muertos de Chernobyl, deambula por los medios informativos en países de distinto signo: que Fukushima no representa peligro para la salud, que todos los equipos de seguridad funcionaron normalmente, que el sistema japonés previó una última coraza de hormigón impidiendo que la vasija con el núcleo se expusiera a cielo abierto, que la emisión radiactiva es semejante a la producida por un par de radiografías, que la radiación está controlada, que con el agua de mar inutilizaremos a los reactores pero habremos sofocado las emisiones radiactivas, fue una muletilla constante que se superponía con imágenes de las gigantescas cajas de hormigón destruidas y humeantes cubriendo los reactores. El viejo mensaje de que Fukushima no es Chernobyl demuele las argucias de la tecnocracia nuclear al reconocer ahora que ambas centrales se hallan en el mismo nivel siete en la escala INES.
De pronto la radiación alcanzó la vastedad del mar, primero a treinta kilómetros, enseguida superó los ochenta, leve y no significativa para la cadena trófica, argüían los voceros de la empresa y del gobierno, sin justificación alguna al reconocer elevados índices de radiación registrados en continentes lejanos. El agua, vehículo que comunica todo a la biosfera, se suma a la nube tóxica que también trasporta los radionucleidos en la gran campana. Nuestros registros, -comparativos con infortunios semejantes-, nos permiten afirmar que el caso Fukushima es mucho más grave que el de Chernobyl, en tanto contiene por lo menos cuatro veces más combustible que la unidad nuclear ucraniana. Aprendimos de Chernobyl y de las miles de fugas radiactivas de las plantas nucleoeléctricas, a descreer de los cultores de una tecnología que definen como de punta, barata, limpia y segura.
Ahora resulta que es barata porque las empresas no invirtieron en la seguridad que requieren las plantas (eso le achacan a la compañía eléctrica que gestiona Fukushima) y no dicen que es cara porque en realidad cuesta más la gestión del residuo radiactivo que la energía misma. Es sucia, por la misma cualidad anterior y porque en todo el proceso de la cadena nuclear se produce más escoria radiactiva que beneficios energéticos, en la molienda y colas de la minería, en la producción del dióxido de uranio, en los cementerios nucleares que quedarán vigilados eternamente, al ser decomisadas las centrales al cabo de su vida útil, en el reprocesamiento del combustible nuclear gastado, verdadero “licor de brujas” en opinión de quienes tienen la responsabilidad de reciclarlo, en las labores de las plantas nucleares en actividad y en la gestión de los residuos radiactivos, arrojados inescrupulosamente a los océanos o esperando repositorios definitivos que contengan los radionucleidos a perpetuidad. Al día de hoy no existe repositorio de residuos radiactivos de alta actividad en el mundo, y aquellos países que lo intentaron fracasaron. Hasta el PRAMU argentino, Proyecto de Remediación de Minas de Uranio, es una cruel falacia, con las minas de uranio abandonadas a sabiendas que contienen más del 70% del decaimiento del uranio 238, partículas cancerígenas expuestas a la complejidad climática, aún sin gestión definitiva.

Fukushima no puede ocultar la constante fuga radiactiva ni el impacto radiológico que sufre el planeta.
Hallan restos de yodo radiactivo en el agua corriente de Tokio y de otras ciudades y altos niveles de radiación en la leche, en verduras y hortalizas producidas en la región afectada, fue un lacerante titular. Todo el territorio se vio impactado radiológicamente en la atmósfera, en suelos, agua potable y mar. Y esto continuará por muchísimo tiempo. Entonces es hora de advertir a la población de la gran mentira oficial que minimiza los niveles de radiación de alimentos como los hallados en la espinaca, “semejante a una quinta parte de la que puede recibir un humano en una placa de rayos X”, información que oculta deliberadamente el carácter acumulativo de la radiactividad.

Por lo pronto se están utilizando aeronaves sin piloto que fotografían y estudian las plantas nucleoeléctricas. Un helicóptero teledirigido francés se halla en camino de Fukushima, única forma segura de investigar las centrales dañadas y las que también recibieron impactos menores. Las piscinas de los reactores 5 y 6 aumentaron considerablemente la temperatura, las bombas de refrigeración no funcionan, hay escapes radiactivos y sus núcleos están en virtual desmadre. Otras informaciones avisan que las bombas refrigerantes actúan pero que la temperatura no baja sustancialmente.

Los reactores 1, 2 y 3 se hallan en nivel máximo de gravedad, la propia empresa TEPCO anunció las dificultades para dotar de energía y de refrigeración a sus núcleos. El reactor 4 es otro de los averiados que también subió de categorización en la escala INES (ha superado 100.000 veces los niveles normales de radiactividad). “Las sustancias radiactivas parecen difundirse hacia el norte”, en opinión de la empresa propietaria de las plantas, Tokio Electric Company (Tepco), admitiendo que niveles importantes de estroncio 90, cesio 137 y yodo 131se registraron a 80 kilómetros de Fukushima.

Si hasta ahora el nivel de radiación equivale a un 10% del emitido por la planta soviética de Chernobyl (razonaba un agente de seguridad japonés), induce a pensar que lentamente Fukushima sobrepasará los niveles de aquella. Habrá que modificar la escala porque el nivel siete en la gradación INES fue superado.

¿Por qué aseguramos esto?

Porque cuatro unidades de Fukushima en estado de fusión, con piscinas rajadas y continuas emisiones de radiación, contienen casi mil toneladas de uranio, equivalente a cuatro veces la del reactor 4 de Chernobyl. Los escapes testeadas en territorio y aguas japonesas provienen de esas barras almacenadas que incluyen el combustible gastado refrigerándose en las piscinas y no tenemos en cuenta (porque lo desconocemos) la cantidad de residuos radiactivos de alta actividad alojados en los tambores contiguos a las plantas. El propio operador de la empresa Tepco, Junichi Matsumoto, reconoció que la cantidad de radiactividad liberada podría superar a la de Chernobyl en caso de persistir las fugas, sin tener en cuenta, hasta el momento, que el yodo 131 emitido en Fukushima es el doble del liberado por la central ucraniana.

El territorio se reduce, la isla empequeñece, la naturaleza ejerce su dominio. Recorrer un mapa de la nación japonesa implica detener la mirada en las ciudades del sur, Hiroshima y más abajo Nagasaki, reflejo inevitable de la memoria. El norte de Tokio fue sacudido con violencia por el terremoto y los primeros anuncios apuntaban a la planta nuclear de Onagawa, envuelta en llamas. La costa norte del Pacífico (Sengai) fue la más golpeada por la triple tragedia que parece inacabable, terremoto, maremoto y radiación. La ciudad imperial, Osaka, aparece como el límite habitable hacia el sur, pero no alcanza para un pueblo que tendrá que repensar el país y bucear fuerzas en su vieja cultura, ahora occidentalizada y signada por una economía, la tercera mayor mundial después de Estados Unidos y China. ¿Es este el camino? Por eso nuestra pregunta ¿Quo vadis Japón?, también válida para el planeta. Por lo pronto habrá que ir imaginando nuevos sitios, otras islas y otro hábitat que suplante los territorios irradiados del norte. No es ilógico pensar que Japón se ve obligado a delinear un nuevo camino partiendo de un kilómetro cero, no sólo evitando desarrollar energías destructivas o de efímera eficacia, sino replanteándose el sentido de la vida. Japón es también un caso testigo para todos, punto de inflexión de un mundo cegado por el consumo, devorador de futuro.



Recordando Chernobyl suponemos Fukushima

El reactor cuatro de Chernobyl comienza a fundirse a la una y siete minutos de la madrugada, un sábado primaveral, 26 de abril de 1986. La nube radiactiva, imposible de concebir por mente alguna, emerge del reactor después de que una fuerte explosión termina con la vida de todos los operarios en el seno de la central. De todos.  La nube primero se desplazó hacia el este y luego rotó hacia el norte. Enseguida se dividió en cuatro pétalos como si se abriera una flor, en distintas direcciones.  Uno de los pétalos de la nube radiactiva fue detectado por un soldado finlandés en un puesto fronterizo. En el mismo instante, en una central nuclear sueca registran altas dosis radiactivas en las botas de un operario. El director de seguridad de la central sueca, Ben Gelman, no termina de entender qué pasa y por la orientación de los vientos sospecha que la radiación proviene del Reino Unido y cuenta más tarde que lo primero que pensó fue en un ataque nuclear en territorio británico, hasta que veinte minutos más tarde se cree que la nube letal proviene de la Unión Soviética. El silencio se hizo interminable. Los soviéticos contestan con evasivas y dicen no saber nada cuando los suecos les preguntan que los vientos provienen de Chernobyl. Hasta ese instante habían transcurrido diez horas de la voladura y fusión del reactor y los bomberos se sumaban a luchar contra el núcleo convertido en una brasa. Los soviéticos reconocen más tarde el desastre diciendo que “no querían alarmar a nadie” y en consecuencia no evacuaron inmediatamente a la población de Pripyat, además hábitat de los trabajadores de la central, la que recibió radiación cuatrocientas veces superior a la generada por la bomba atómica sobre Hiroshima.

La gente de Pripyat, con las primera luces del día, recorría las calles y la plaza con sus hijos, sin saber que sus días estaban contados. Se cruzaron con soldados que portaban trajes y botas como de lluvia y un barbijo en el rostro, y respondían que se trataba de “un simple entrenamiento”.

La fusión del núcleo fue imparable. El setenta por ciento de los radionucleidos cae en Bielorrusia. El 2 de mayo la nube llega a Japón donde miden radiación altísima. El día 4 toca territorio chino y el 5 la nube sobrepasa la India. El 6 de mayo aparece en la costa de Estados Unidos y Canadá. Los informes advierten que la nube radiactiva de Chernobyl dio tres vueltas al globo terráqueo. En Europa también  recibió el impacto Alemania,  Francia, norte de Italia e Islas Baleares, y en el resto del viejo continente, aunque en menor medida. Los análisis de orina de algunos habitantes catalanes registraron altos índices de yodo radiactivo, un radionucleido que se aloja en la glándula tiroides y se mantiene vivo por ocho días bombardeando desde adentro todo el cuerpo. Pero digamos que hay muchos otros radionucleidos, como el Cesio 137 que contamina durante 30 años todo lo que toca. El Estroncio 90, que ataca la médula ósea y se confunde con el calcio del cuerpo haciendo el mismo recorrido; tiene una vida media de 90 años. Entre los productos de fisión que hay en el núcleo del reactor se halla el gas Xenón, veneno que se inhala y ni la lluvia lo disuelve, permanece vivo por seiscientos años. Son muchísimos los radionucleidos “criados” en la fisión nuclear pero citemos principalmente al más peligros de todos por su alta actividad, el plutonio 239 que se instala en el planeta para no irse por 250.000 años, causando enfermedades terminales. Es inimaginable, pero pensemos que hace 10.000 años había volcanes en Francia y que concluía el último período glacial, y que hace 8000 años el  desierto del Sahara  era una sabana verde y fértil. El plutonio, creado por el hombre en la fisión del reactor posee una vida media de 24.400 años, pero seguirá activo por 250.000 años.

Este cuadro es el que se reproduce actualmente en Japón, aunque creemos que mucho peor, porque combatir contra cinco reactores a los que habrá que envolver en hormigón, sólo para mitigar el impacto radiactivo al exterior, porque continuarán emitiendo radiactividad por milenios, será una tarea que no permite ver el final. Por lo pronto Fukushima es ya una ciudad fantasma como lo es actualmente  la ucraniana Pritya. Nadie puede ocultar la realidad ni la documentación que se fue gestando sobre Chernobyl con diez millones de afectados por cáncer y leucemias, cinco meses después del desastre nuclear.

Cuando los robots enloquecían en el techo del reactor ucraniano, con la utopía de ahogarlo químicamente y sellarlo con una coraza de hormigón,  se precipitaban –incontrolados- en el núcleo del reactor. Lo increíble sucedió después cuando setecientos mil soldados fueron enviados a cumplir ese objetivo. Se inmolaron. La orden era que cada uno no estuviera más de tres minutos en esa labor porque no hay traje capaz de frenar ese poder destructivo. Se sumaron a semejante esfuerzo muchísimos campesinos y pobladores, los bomberos y otras fuerzas del orden involucradas, enfermaron gravemente. Ocho mil quinientos de estos héroes murieron en horas y poco a poco el cáncer iba dando cuenta del resto. La tragedia continuaba en cada nacimiento de nuevos seres de aquellas mujeres contaminadas en varios kilómetros a la redonda: los niños de Chernobyl, algunos de los cuales estuvieron en Buenos Aires, en nuestro hospital Garraham, años después.

¿Es alarmista este texto y en consecuencia debemos ocultarlo?

Estamos siendo literales en la descripción de los hechos por eso coincidimos con gran parte del mundo que equipara -por ahora- la tragedia de Chernobyl y Fukushima. Pero este último sitio se agrava por su sismicidad.  Salvando esto, se asemejan mucho los dos casos porque en Japón, a cuatro días del desastre, el gobierno se esfuerza en convencer al mundo que la radiación es tolerable; en Chernobyl, dos días después,  el 28 de abril, el comunicado oficial leído por la autoridad soviética decía que “se había dañado un reactor y estaban reparándolo.” Las mismos burócratas prohibirían luego toda información vinculada con el caso, un velo que se fue destapando cuando desaparece la URSS. Lamentablemente, las nuevas autoridades ucranianas y rusas reconocen que gran parte de la documentación sobre Chernobyl fue destruida.

Javier Rodríguez Pardo

Movimiento antinuclear del Chubut (MACH) – Sistemas Ecológicos Patagónicos (SEPA)- Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE Argentina)- Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC) Tel.: (011) 1567485340
(Nota publicada en marzo 18th, 2011)

miércoles, 7 de marzo de 2012

AMERICA LATINA A TAJO ABIERTO




Documento audiovisual

UN DOCUMENTO IMPERDIBLE
¿Es como dicen los gobiernos y las multinacionales mineras
que no contaminan ni destruyen el ambiente con la extracción de minerales?
¿Los gobiernos de los países del continente les ponen límites a estas empresas
o son lobistas de las mismas?
¿ La actividad de la mega-minería a cielo abierto trae progreso a las poblaciones
donde se desarrolla la actividad ? ¿ O es un despojo que sólo deja muerte y miseria?
¿ Quienes están detrás de estas empresas multinacionales?
¿ La lucha contra esta actividad es de unos pocos pseudo-ambientalistas que se niegan al "progreso" o es una rebelión de los pueblos desde México a la Argentina por la defensa de la vida?
Estos y otros interrogantes son contestados en este documento audiovisual que hemos
realizado en Claves del Sur.
LA REBELIÓN QUE RECORRE LATINOAMERICA

martes, 6 de marzo de 2012

A 1 AÑO DE FUKUSHIMA, OBELISCO RADIOACTIVO.



A 1 AÑO DE FUKUSHIMA
OBELISCO RADIOACTIVO

Radio / Actividades / Proyecciones / Teleconferencias. 

SIMULACRO DE "ACCIDENTE" NUCLEAR. 

Atucha 100 Km. 
Ezeiza 26 Km. 

Ciudad Autónoma de Buenos Aires
 11 de Marzo de 2012 18:00:00 hs. obelisco. 

Convoca UAC (Unión de Asambleas Ciudadanas)

Contactos: 

Javier Rodriguez Pardo: 011 1567485340

Noelia Stazzone / Claudio Caruso: 011 1555952358

Noelia Bernardone: 011 1569146878

Más info: