sábado, 27 de julio de 2013

El Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares permite preparar Bases para Misiles Nucleares



La NO Proliferación Nuclear 

Con la primera explosión nuclear, las potencias involucradas se fijaron como objetivo
tomar la delantera en una carrera sin límites apestando a todo el planeta de emisiones radiactivas con negligente promiscuidad y en niveles inhabitables y de futuro incierto. 

En teoría siempre nos preocupó evitar que se pulse el botón que inicie la Gran Guerra pero es más demoníaco transitar diariamente entre toneladas de residuos nucleares y de armas megatónicas, tan pronto obsoletas como hallan aparecido las de última generación y así seguimos acumulando desechos de energía letal. Como pronosticara Einstein, "la cuarta contienda mundial se hará con palos y piedras", pero aunque no ocurra igualmente convivimos con esta escoria que multiplica la radiación de fondo del planeta, produce enfermedades terminales y altera la información genética de su biósfera de manera irreversible, además de obligarnos a vivir en el escenario del apocalipsis. 

En la década del setenta Estados Unidos aumentaba su arsenal atómico y le exigía al resto del mundo cumplir con el Tratado de No Proliferación Nuclear (SALT). Aquellos países que no cuenten con desarrollo nuclear deberán abstenerse de fabricar armas con ese poder. En cambio, las potencias que lo posean acatarán una cláusula del Tratado de No Proliferación invitándolas a negociar con buena fe el "cese de la carrera de las armas nucleares y el desarme nuclear". El resultado siempre fue el mismo: bajaron el ritmo de una locura armamentista que se preocuparon por ocultar pero nunca negociaron el desarme.

A principios de la revolución atómica y conforme con la política de "Atomos Para La Paz" como remedio que mitigue el desastre de Hiroshima, los Estados Unidos impusieron restricciones y controles con el objeto de que el poder del átomo no cayera en otras manos. Desde comprarle los residuos radiactivos a los países que se iniciaban con plantas de energía nucleoeléctrica hasta engendrar, mediante la Comisión de Energía Atómica de las Naciones Unidas en 1946, inspectores extranjeros facultados para investigar a quienes accedían a esta tecnología, con el propósito de controlar que la energía nuclear se use sólo con fines pacíficos, vedándoles de esta manera la fabricación de las armas letales.

Pensar con ingenuidad que la Unión Soviética, los países del Este, Medio Oriente y la prolífica región asiática, iban a permitir el quebrantamiento de su soberanía con inspecciones internas de agentes claramente controlados por los Estados Unidos, nos hizo alcanzar el nuevo siglo con una cantidad significativa de naciones con poder atómico devastador. La poderosa nación americana, no obstante, mantuvo su "Agencia de Control de Armas y del Desarme" con la fija idea de negociar las conversaciones SALT con la otrora Unión Soviética y polarizar con esta potencia del entonces Pacto de Varsovia la discusión del desarme nuclear cada vez más hipotético.

Al mismo tiempo, en su intento de monitorear y controlar la vida nuclear del planeta, acopiaba toneladas de desechos radiactivos de otras naciones porque en esas barras de combustible agotado habita el plutonio y con él la posibilidad de fabricar el arsenal atómico. Cada reactor vendido por la General Electric y la Westinhouse comprometía al país comprador a devolverle a Norteamérica los residuos radiactivos que generase.

La acumulación de residuos nucleares se convirtió en una incontrolable pesadilla. De manera que decidió crear el Grupo de Suministradores Occidentales: todas las exportaciones de uranio debían merecer la aprobación de ese organismo internacional. El grupo formado por Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá ya se había aliado antes con el objeto de comprar cuanta reserva de uranio hubiere en el mundo y siempre con el mismo motivo: controlar y evitar que otras naciones se dediquen a la bomba atómica sin lograr ocultar además el negocio monopólico que hacían. Acostumbrado ya a su papel dominante, los Estados Unidos apostaban a que nadie alcanzaría un desarrollo nuclear que le significara una amenaza. Para ello no escatimaron gastos en investigación y espionaje. En crear organismos de fiscalización y en participar de asociaciones de control y presión financiera para doblegar al adversario, sin importarle los medios.

La energía de fisión siempre se asoció al concepto de poder y desde sus comienzos gozó del consabido "secreto de estado". Su dominio marcó respeto en los foros internacionales y las naciones nucleares hicieron sentir la presencia de esa "tecnología de punta". Destacados funcionarios argentinos, por ejemplo, apoyaban la construcción del Repositorio Nuclear de Gastre en la Patagonia chubutense porque "contando con ese tipo de desarrollo nuclear -decían- podríamos hablar en iguales condiciones con los ingleses". La derrota de la guerra por Las Islas Malvinas es aún hoy para algunos motivo de desigualdad y desequilibrio bélicos.

Son las mismas razones que llevaron a China a deflagrar la primera bomba en 1964, aunque es sabido que quienes están con capacidad de producir armas atómicas no necesitan anunciar explosiones semejantes, ni llevarlas a cabo. La India hizo una sola detonación pero fue para decirle al mundo que ya poseía el poder. Orgullosa, enseguida explicó el éxito alcanzado sin eufemismos, como para lectura ulterior de sus vecinos, principalmente Pakistán. En cambio Israel tiene la bomba atómica y nunca la hizo detonar para probarla. "No se necesita... la bomba ya está".

Dicho con claridad, los sistemas o mecanismos para controlar las explosiones nucleares son tan ridículos como ineficaces. Tanto como la desesperación norteamericana por mantener su hegemonía como venimos explicando, aunque es comprensible la utilización de ingentes fondos y recursos para mantener ese monopolio conforme a la visión del mundo y del destino que se impuso esa nación imperial. Casi todas los países con armamento atómico consumaron detonaciones de escasa potencia, e incluso inferiores a un kilotón, en el más absoluto secreto.

Peter Pringle y James Spigelman escribieron en "Los Barones Nucleares" que "en 1970 un grupo especialmente designado de especialistas de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), con sede en Viena, entendió que si un país retiraba material de una planta de plutonio, es decir, de una reprocesadora o de un reactor reproductor, sería capaz sin duda de hacer el artefacto en diez días. Ese período se llamó "tiempo crítico". Por tanto, en hipótesis, para investigar aquella desviación, la planta debería ser inspeccionada cuando menos cada diez días".

Hasta la fecha, la única forma de desactivar cualquier intento de fabricar material bélico atómico pasa por inspeccionar todas las plantas de energía nuclear existentes en el planeta porque es en sus reactores que se origina el temible pero también adorado plutonio. Y este requisito habría que practicarlo cada diez días. 

De manera que es poco creíble que ahora nos vengan a decir que aceptemos diez estaciones de vigilancia internacional para impulsar un altruista tratado de prohibición completa de ensayos nucleares.

¿De qué sirvieron hasta ahora las estaciones salvaguardias del Tratado de No Proliferación si cualquier país fue capaz de fabricar material militar atómico partiendo del plutonio que genera su reactor instalado en su central nucleoeléctrica? "Transcurrieron dos años antes de que el gabinete de Nixon reconociese públicamente que había surtido de agua pesada a la India y que lo había hecho sin imponer restricciones a su utilización" (P. Pringle y J. Spigelman, "Los Barones Nucleares"). De modo que la "bomba de trastienda" (léase terrorista) o la bomba de supermegatones, son posibles en pocas horas para cualquier país que posea plutonio aislado y de nada sirve comprar las reservas uraníferas del mundo, como hicieron en un principio, intentando evitar que otros construyan armas nucleares. 

Al presidente de la India le importaba "una sola explosión intimidatoria que demostrara la capacidad nuclear de su patria mientras que para Israel no fue necesario detonarla. Ambas naciones forman parte del club nuclear militar y no hubo quien pudiera impedirlo además de enterarnos con el hecho consumado.

Fueron necesarias sucesivas experiencias como las señaladas para que Estados Unidos comience a imaginar un sofisticado sistema de seguridad. Mientras tanto no retacea su apoyo a la Agencia Internacional de Energía ni a las Naciones Unidas firmando las cláusulas del Tratado de No Proliferación pero reservándose siempre la potestad de hacer "explosiones con fines pacíficos". La mayor potencia del planeta concluye admitiendo que deberá construir un sistema de seguridad global que lleve su ojo cibernético hasta el rincón más ignorado y que además contemple el uso de un sistema de contra ataque rápido en el menor tiempo posible.

En cuanto al vocablo "proliferación" del medular convenio solo bloquea a una de las partes. La idea consiste en no permitir que se continúe fabricando ese material bélico evitando que nuevas naciones alcancen poder nuclear pero ¿qué ocurre con lo "ya proliferado?". Esto es, los países que fabricaron la bomba atómica se la prohíben a los que aún no la hicieron. De igual manera ocurrió cuando resolvieron permitir las explosiones subterráneas y no las atmosféricas. No se prohibió fabricar la peste, sino que ellos controlaban ser los únicos con capacidad para hacerlo. Los mismos autores, Pringle y Spigelman, lo explican de la siguiente manera: "Los rectores de las dos superpotencias no se refirieron ya al "desarme" sino al "control de armamento". Con el fin de apaciguar a cuantos protestaban del cambio, el nuevo organismo gubernamental de los Estados Unidos, creado en 1962, para encargarse de tales menesteres, se llamó Agencia de Control de Armas y del Desarme. Pero cuando se presentó a público debate el tratado de prohibición de pruebas nucleares en 1963, los portavoces de la administración insistieron en que su función era una medida de no- proliferación, no de renuncia a las armas: como las experiencias subterráneas eran mucho más difíciles y caras, el tratado frenaría a los aspirantes a potencia atómica. Nada cambiaría de puertas a dentro. De hecho los Estados Unidos acelerarían su programa de pruebas, aunque fuese bajo tierra." 

AÑO 2002. TRATADO DE PROHIBICION COMPLETA DE ENSAYOS NUCLEARES 
El título que encierra este ambicioso compromiso mundial no sorprende a nadie. Una vez más, el tratado prohíbe los ensayos nucleares pero no prohíbe construir las bombas. 

Argentina ratificó el tratado y por tanto integra el SISTEMA INTERNACIONAL DE VIGILANCIA (IMS) que comprende cuatro tipos de tecnologías: hidroacústica, sismológica, de radionucléidos y de infrasonido. En total son 321 estaciones en todo el mundo, de las cuales nueve se ubican en Argentina, más una sede central en Buenos Aires que dependerá de la Autoridad Regulatoria Nacional (ARN) -léase Comisión Nacional de Energía Atómica-(CNEA). Tres de las estaciones se dedicarán a inspeccionar radionucléidos, dos son de infrasonido, tres harán registros sísmicos y habrá un laboratorio de radionucléidos. Los lugares elegidos son por ahora Salta, Paso Flores, Coronel Fontana, Neuquén (Villa Traful), Bariloche y Ushuaia (Tolhuin). Y estarán manejadas por personal internacional. En el plano local hay dos organismos responsables: la Autoridad Regulatoria Nacional en casi todas las estaciones menos en las sísmicas que dependerán del INPRES, Instituto Nacional de la Prevención Sísmica. Son 44 los estados signatarios, de los cuales por ahora firmaron 41 y tres no lo hicieron. Además son 13 los que tampoco ratificaron dicho tratado: Argelia, China, República Democrática de Corea, República Democrática del Congo, Egipto, Irán, Israel, Estados Unidos, Colombia, Vietnam y -por supuesto- India y Pakistán- que ni siquiera lo firmaron. Es decir, se trata de 44 países que poseen reactores nucleares de potencia o de investigación. De modo que el tratado entrará en vigencia cuando todas las partes lo ratifiquen. 

Los estados firmantes se comprometen a no realizar explosiones nucleares, a prevenirlas y detectarlas en caso de que otros las hagan. Permitirán, además, verificar, vigilar y facilitar las inspecciones, como así también solicitar al Comité Ejecutivo cualquier investigación "in situ", aprobándose la medida por simple mayoría de los países signatarios. Todas las inspecciones gozarán de libre acceso, uso de los recursos naturales del lugar e inmunidad diplomática entre otras atribuciones menores. En su artículo 8 el convenio advierte que diez años después de estar vigente se celebrará una "Conferencia de los Estados Parte" para examinar su funcionamiento y se "estudiará la posibilidad de permitir que se realicen explosiones nucleares con fines pacíficos". Este despropósito pone las cosas en su lugar y nos invita a reflexionar sobre los crudos errores del Tratado que, como sucedió hasta ahora, somete aún más a los países emergentes alterando su soberanía en manos del cancerbero globalizador. 

Este tratado ata a los países firmantes a través de una Conferencia de los Estados Parte, un Consejo Consultivo, la Secretaría Técnica y, fundamentalmente, el Centro Internacional de Datos con sede en Viena, previo enlace con la red satelital. Como bien explica el acuerdo, todas las estaciones del Sistema Internacional de Vigilancia recogen la información de los canales de infrasonido, sensores digitalizados de todos los equipos, etc. y envían la señal de manera instantánea al Centro Internacional de Datos (IDC) a la ciudad de Viena (Austria), donde se halla la sede del Tratado (ciudad dónde curiosamente también tiene su cerebro la Agencia Internacional de Energía Atómica). 

Allí se archivan y analizan en tiempo real las señales provenientes de las 321 estaciones diseminadas por el globo utilizando un código de computación específico. Es nuestro propósito destacar que semejante red de estaciones terrenas confeccionarán un minucioso mapa informático del planeta y de cada región en particular, no sólo relevante para su función específica de detección nuclear. En opinión de técnicos y especialistas la valiosa información, mediante equipos adecuados, es el más perfecto complemento del "escudo de protección espacial", ideado y desarrollado por sucesivas administraciones norteamericanas (Reagan-Kissinger-Bush), y reflotado en la actualidad. 
El Tratado es un compendio de valiosos datos pero es también una activa presencia en estratégicas latitudes y quien acceda al satélite no necesita recurrir a Viena. Esto no forma parte de fantasía alguna como pudimos leer en notas de tecnócratas cientificistas. 

Hace muy poco, el Parlamento Europeo difundía un informe sobre las características de la red ECHELON que, como se sabe, es una telaraña de espionaje internacional creada por Estados Unidos con el objeto de interceptar todas las comunicaciones mundiales electrónicas. Tiene capacidad para intervenir en telefonía celular y leer los correos electrónicos de Internet. Además "se descubrieron dos claves "encriptadas" en el programa Windows, una de API y la otra de nombre NSAkey. NSA es la sigla de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos". Fue durante los primeros meses del año 2000 cuando adquiere resonancia y credibilidad al descubrir el Parlamento Europeo que informaciones confidenciales de sus industrias estaban siendo usadas por empresarios norteamericanos. La Comunidad Europea emite un documento oficial culpando a Estados Unidos de "abusar de su posición dominante" y le explica al resto del mundo que se trata de ECHELON, una imponente red de espionaje que utiliza más de 120 satélites y bases en 134 países, con gigantescas computadoras capturando palabras telefónicas, e mails y faxes de todo el planeta. Miles de antenas parabólicas retransmiten toda la información a un monumental ojo cibernético instalado en Virginia, donde reside la National Security Agency (NSA) con 38.000 empleados y 4.000 millones de dólares de presupuesto. Son sus estaciones en tierra, enlazadas con sus satélites -propios o ajenos- su columna vertebral. ECHELON lo capta todo: teléfonos móviles, cables de telefonía submarina, fibra óptica, Internet, etc. Son más de 3.000 millones de comunicaciones diarias, seleccionadas entre otras por un "diccionario electrónico" atento a palabras claves. Los satélites utilizan microondas o hiperfrecuencias similares a la luz pescando los datos viajeros. Cualquier voz es decodificada e incluso la más pequeña partícula de luz que se desprenda de cables de cobre o de fibra óptica sirve para reconstruir todo el mensaje. No escapa nadie: organizaciones, gobiernos, empresas, políticos o simples ciudadanos. El correo electrónico es la comunicación más vulnerable; el sistema de rastreo "olfatea" todos los datos que circulan por Internet.

ECHELEON lo integran cinco países, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda e Inglaterra y según informaciones del Sunday Times, contiene una lista negra vigilando a "toda persona políticamente activa". En sus radares habitan militares o religiosos, organizaciones ambientalistas o de los derechos humanos, terroristas o narcotraficantes, enemigos o aliados y, por supuesto, piratean información útil a sus multinacionales y a perpetuar sus dominios. 

El informe publicado por la Comunidad Europea y discutido en su Parlamento dejó de ser ciencia-ficción. Y si bien ECHELON ya existía y no pudo evitar la destrucción de las Torres Gemelas ni el ataque al Pentágono, los especialistas sostienen que multiplicando las estaciones y la capacidad de réplica del "Escudo Galáctico", no habrá más sorpresas. 

A esta altura no debemos olvidar cuál es el espíritu del Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares, porque ECHELON y el nuevo Sistema Internacional de Vigilancia detectan pero otro sistema es el que debe actuar si tenemos presente "el tiempo crítico" (diez días) entre contar con el plutonio y fabricar el artefacto. Aunque el convenio solo intente perseguir detonaciones que en tiempo real ofrezcan datos de las explosiones nucleares superiores a un kilotón de potencia. Inferiores a este nivel podrán escapar a los registros de las estaciones de vigilancia. Hasta ahora fueron infructuosos, como ya dijimos, los intentos norteamericanos de vigilar e inspeccionar la actividad nuclear de otras naciones. Este Sistema Internacional de Vigilancia del Tratado de Prohibición de Explosiones Nucleares es su mejor aproximación, digamos, pero es también la primera puerta para investigaciones "in situ" pisoteando soberanías. En realidad, evitar explosiones nucleares e impedir la construcción de artefactos atómicos pareciera una dicotomía insalvable. El Tratado no prohíbe fabricar misiles, ni sus ojivas. Tampoco construir emplazamientos que los lancen y mucho menos desarrollar la tecnología de sofisticados artefactos atómicos. El Tratado no impide el contrabando nuclear ni la amenaza de una guerra nuclear. Tampoco impide el traslado de enormes buques cargados de residuos para reciclar el plutonio. En definitiva, parece haber sido creado con el único propósito de parar la emisión de radionucléidos evitando las pruebas, con la bendición de las Naciones Unidas, como para entretener o silenciar a ecologistas despistados. Y este es el gran paradigma del convenio porque no descarta ulteriores "detonaciones con fines pacíficos". Recordamos una antigua propuesta francesa de crear un canal en la Península de Valdés, Chubut, mediante explosiones nucleares. El motivo era producir energía eléctrica maremotriz por la diferencia de mareas entre los dos golfos, proyecto que aún está vigente porque el pensamiento tecnócrata no repara en los medios, ni en los efectos, ni en la fragilidad de los ecosistemas y le parece loable contaminar la biósfera de radiaciones mientras sea con fines pacíficos. 

Argentina cede su espacio territorial con generoso criterio de inmunidad diplomática, pero sin utilidad práctica para ella, aunque le permitan copias de los registros almacenados en Viena. Por lo dicho queremos prevenir los motivos reales del Tratado que expusimos aquí sucintamente desde el publicitario concepto de "átomos para la paz" hasta el presente y no dudamos de la lectura real que guarda. 

EL ESCUDO GALACTICO NECESITA BASES TERRENAS 
"El único hombre que puede reducir las tasas de interés de la Argentina, disminuir los riesgos de contagio financiero en los mercados emergentes, y salvar la democracia en el Cono Sur de América es Donald Rumsfeld, el Secretario de Defensa de los Estados Unidos. Es él quien tiene que desarrollar la visión estratégica del teatro de operaciones de la defensa misilística que le de a la Argentina un papel en la política de seguridad nacional de los Estados Unidos tal que los inversores lleguen a creer que la administración Bush no permitirá que ese país entre en cesación de pagos. Una vez que se produzca ese cambio perceptivo, no será necesaria ninguna ayuda oficial adicional, porque en el mercado, lo que se percibe es la realidad."
(Parte del imperdible artículo de David Hale, a cargo del Departamento de Economía Mundial en Zurich Financial Services).

La nota fue publicada por el Financial Times, de Londres, el 18 de julio de 2001 con el título "Como Donald Rumsfeld Puede Salvar a La Argentina". 

Entre otros análisis el documento explica "el riesgo de que la crisis financiera Argentina se salga de control y prepare el terreno para acontecimientos que podrían desestabilizar por muchos años toda la región del Mercosur". Abunda en un minucioso detalle de las relaciones financieras argentinas con los mercados mundiales, anuncia la caída de la dolarización y menciona las encuestas de opinión que reflejan una seria crisis institucional, de credibilidad en el sistema y en los políticos. Presagia próximos gobiernos "marxistas o populistas" y advierte un contagio regional con efecto dominó sobre Brasil y otros países del área. Insistimos con la fecha del citado artículo editado por el Financial Times, julio de 2001, porque aún nadie imaginaba los históricos cacerolazos ni podía prever la desbandada de sucesivos gobiernos posteriores a la deserción de Domingo Cavallo. El premonitorio artículo de Hale explica las razones del aislamiento internacional de Argentina afirmando que Alan Greenspan, Paul O'Neil, Gordon Brown y Hans Eichel, entre otros, abandonaron el barco argentino.

"Pero hay una esperanza para la situación de la Argentina -se anima a anunciar David Hale.
El gobierno argentino podría dividir por dos los costos de sus préstamos (la mitad de la deuda externa) si pudiera convencer al Departamento de Defensa de los Estados Unidos para que implante en ese país algún tipo de base militar. El Pentágono tiene planes para invertir grandes sumas en el sistema de defensa misilística. La Argentina podría solicitar del Pentágono que construya en su territorio una de sus estaciones de vigilancia del hemisferio sur, porque está mejor localizada que otros aliados tradicionales de los Estados Unidos. Australia podría tener problemas para aceptar semejante instalación, teniendo en cuenta que pronto elegirá un gobierno laborista, que no ve con simpatía la defensa misilística. Nueva Zelandia eliminó su fuerza aérea, y se retiró del sistema de alianzas occidentales. África del Sur tiene una relación ambigua con el poder militar norteamericano, y probablemente no sería una localización confiable para la defensa misilística". 

Escribimos en nuestro artículo, Misiles Nucleares en la Patagonia, algunas características sobre las condiciones geopolíticas de la estratégica región patagónica e hicimos referencia a esta edición del Financial Times donde decididamente se ofrece cancelar el 50% de la deuda externa Argentina con bases antimisiles y se enfatiza que "el Pentágono tiene planes para invertir grandes sumas en el sistema de defensa misilística" e incluso el analista se acerca aún más afirmando que "Estados Unidos podría construir una de sus estaciones de vigilancia del hemisferio sur", cuando todos sabemos que el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares comprende un Sistema Internacional de Vigilancia (IMS). Pero Estados Unidos no reduce su ambición a un sistema de vigilancia. Sus voceros dan cuenta de la necesidad de crear un escudo de protección mayor con bases interceptoras de misiles y para ello habrían elegido también la Provincia del Chubut, a la altura del pueblo de Camarones, a mitad de camino entre Trelew y Comodoro Rivadavia y otra a escasos 30 kms. al norte de Trelew, donde hasta hace poco tenían instalada la gigantesca antena OMEGA de comunicaciones. Nada hasta ahora permite confirmar los lugares pero sí que será en la Patagonia Argentina. Cuando fue consultado por la prensa el gobernador del Chubut, José Luis Lizurume, no descartó la especie, sólo atinó a pronunciar, sin convencer, que "mientras él sea gobernador impedirá que se lleven a cabo esos proyectos militares". 

RELACIONES CARNALES 
Desde el primer minuto de su gobierno, Carlos Menem llevó a su país tras la aventura militar norteamericana. La participación Argentina en la Guerra del Golfo y sus deseos de inclusión en la OTAN, no fueron suficientes. Resolvió también que las fuerzas armadas estuvieran no sólo a disposición de los Cascos Azules de las Naciones Unidas sino decididamente al servicio de fuerzas especiales conjuntas norteamericanas. En esta sociedad, las resoluciones políticas y los destinos militares son patrimonio de Estados Unidos, mientras que Argentina ofrece un triste papel mercenario, hasta incluso someter y entregar el propio territorio nacional. El gobierno radical de Fernando De La Rua hizo lo mismo. 

En este sentido podemos sintetizar una sucesión de intromisiones y violaciones de la soberanía denunciadas en el Congreso Nacional y ante la justicia. Se destacan las presentadas por la Asociación Americana de Juristas y el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ). Se pide la nulidad, por inconstitucional, el ingreso a territorio argentino de fuerzas militares de diversos países con motivo de maniobras o ejercicios conjuntos bajo la dirección de los Estados Unidos de Norteamérica. Al mismo tiempo, varios diputados de distintas provincias acusan al Poder Ejecutivo de permitir el ingreso ilegal de militares. Se observan movimientos de tropas en Salta respondiendo a un denominado "Ejercicio Cabañas 2001" con casi 1500 soldados de fuerzas especiales, entre ellos 464 de Argentina, 574 de EEUU, 47 de Chile y 240 de Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador y Uruguay. No llamó la atención la ausencia de Colombia y Venezuela, los dos próximos países que son y serán "intervenidos" por Estados Unidos. Se pone en práctica precisamente el "Plan Colombia". En Misiones se alcanzó a filmar el entrenamiento de "boinas verdes"; en el Delta del Paraná son constantes las operaciones de Marines norteamericanos; en la Provincia de Entre Ríos, bajo el nombre FLUVIAL V, unos 400 efectivos realizaron maniobras "en aguas restringidas", en el departamento Islas del Ybicui, con desembarco de marines estadounidenses.

El "Operativo Cabañas 2000" había tenido ocasión en la Provincia de Córdoba con 500 "boinas verdes" de los Estados Unidos y tropas de seis países sudamericanos. Hicieron lo propio las fuerzas aéreas de Argentina y Estados Unidos bajo el nombre "Aguila II" utilizando la base de la Quinta Brigada Aérea de Villa Reynolds, en la Provincia de San Luis. 

Poco después personal del ejército norteamericano se establece en la base del Escuadrón 36 de Gendarmería Nacional con asiento en Esquel, Chubut. El motivo fue, como se dijo, "compartir experiencias de supervivencia y desplazamiento en áreas terrestres mediante ejercicios combinados".

En todos los casos, el parlamento argentino se enteró ante las evidencias ya que se prescindió de la Constitución Nacional que en su artículo 75, inciso 28, indica que es potestad del Congreso de la Nación autorizar el ingreso de tropas extranjeras a su territorio. En el Congreso nunca hubo debate. El pueblo no tuvo voz a través de sus representantes. Nunca tomó decisión alguna. 

LAS BASES SON UNA CUESTION 
La conclusión es sabida. Estados Unidos es el poder imperial que por definición necesita perpetuarse. Aquél señor de la doctrina Monroe dijo una vez con palabras semejantes que los Estados Unidos comienzan en Alaska y terminan en Ushuaia. A pesar de no ser así en los límites geográficos, lo es por los límites de dominio. Quien domina al otro, cualquiera sea la forma de hacerlo, termina extendiendo sus límites. La otra pregunta es ¿para qué?. Y aún no contestando este interrogante la secuencia que sigue es la ecuación seguridad y fuerza. En mayo de 2001 el presidente Bush anuncia la construcción del "escudo misilístico" que, créase o no, para cualquier ser humano se trata de una imponente red de satélites en el cosmos y bases terrenas con ordenadores inteligentes ubicada de manera estratégica con baterías de cohetes atómicos y rayos láser capaces de interceptar cualquier agresión bélica, preferentemente lejos de sus fronteras. Rescata de este modo el plan Reagan-Kissinger-Bush imaginado unos cuantos años antes. Porque el escudo además cuenta con un ojo global que investiga al enemigo e incluso escudriña el más mínimo rincón de los aliados. La electrónica ya indaga las voces y ruidos de las comunicaciones, registra con minuciosidad fotográfica palabras sospechosas y es capaz de "olfatear" radioisótopos ocultos en ojivas árabes, chinas o de Arkansas. La historia de controlar la era nuclear que inauguraron con Hiroshima y Nagasaki se reduce a este escudo cósmico que registra de manera inquisitiva el más mínimo zumbido de la biósfera y su respuesta nuclear mortífera. La Argentina está en los planes y la Patagonia es un sitio estratégico. Desconocer esto significa ignorar "el planeta unificado" y el lugar que nos han destinado. Aceptarlo es negarnos la libertad.

Nota del Autor:
Adjuntamos al presente trabajo una serie de documentos que creemos imprescindibles para un mejor análisis. Es nuestro aporte al debate en cuestión y es también nuestra firme oposición a estaciones de investigación o bases militares dirigidas y controlados por potencias extranjeras y, en el mejor de los casos, solamente útiles para esas potencias:
a) Misiles Nucleares en la Patagonia. Artículo que hemos editado en el otoño pasado y que aún se puede encontrar en portales de Internet y en la edición del Proyecto Lemu, HOJA X HOJA. 
http://www.ecoportal.net/articulos/misiles.htm > 
b) Detalle oficial del Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares (CTBT). Incluye la lista de los países firmantes y las estaciones argentinas.
c) Lista y Localización de las Estaciones Internacionales de Vigilancia (IMS), del Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares.
d) Copia completa del artículo de David Hale, "Como Donald Rumsfeld puede salvar a la Argentina, publicado por el Financial Times de Londres el 18 de julio de 2001.
e) Informe del Parlamento de la Unión Europea que denuncia y explica el funcionamiento de ECHELON. 

* Javier Rodríguez Pardo
Movimiento Antinuclear del Chubut (MACH)
Sistemas Ecológicos Patagónicos (SEPA)
E mail: machsepa@hotmail.com
E mail: machsepa@infovia.com.ar